Julina: «Gracias a ella, todos hemos mejorado»
‘Los milagros existen’. Esta frase resume la historia que voy a contaros, que comienza el 8 de enero de 2018, día en que mi hija volvió a nacer.
El 8 de enero de 2018, coincidiendo con la vuelta de vacaciones de Navidad, Julina se despertó nerviosa; le habían hecho un cateterismo en diciembre y no había regresado al colegio desde entonces. Su hermano Miguel no se separaría de ella. Después de desayunar en el colegio, subieron de la mano a la clase de vigilancia y, llegando a la puerta, Julina se desplomó.
Miguel, con gran intuición, le abrió los ojos, intentó hacerle un masaje de reanimación cardiopulmonar (RCP) y gritó pidiendo ayuda. ¿Cómo pudo reaccionar así con solo 10 años? Creo que es fruto de los talleres que hacemos con los niños. En 2017, Menudos Corazones organizó la III Jornada Cardiosaludable para Niños y Jóvenes en el Hospital Gregorio Marañón y, entre las actividades de ocio, hicieron un taller de RCP. Esta Jornada resultó ser valiosamente productiva.
El director de Primaria inició la RCP básica, ayudado por Amaya, una mamá enfermera. Su tutora, Begoña, y su profe de vigilancia, Ana, llamaron al 112. Yo tardé cinco minutos en llegar al pasillo donde yacía en el suelo. Estaban haciéndole la reanimación y había llegado ya la primera ambulancia. Supe lo que pasaba: su cuerpo estaba sin vida, se me rompió el alma.
El dolor es tan grande que es indescriptible. En esos momentos tan duros, los técnicos del SAMUR, los profesores y los policías, pusieron su alma, vida y corazón. Julina estaba rodeada de ángeles.
Me puse a rezar, pidiendo un milagro. Julina tenía un corazón roto, ya tres veces arreglado, supliqué a Dios que me devolviese a mi niña, aún me quedaba mucho que aprender con ella. Me vino a la mente una frase bíblica: “sabemos que poseemos ya lo que le hemos pedido”. Tras doce largos minutos, su frágil corazón volvió a latir. Rápidamente la trasladaron al Hospital La Paz.
El pediatra de la UCIP lo denominó “resucitación”. Julina estaba muy grave, el electroencefalograma era plano, ni los riñones ni el hígado funcionaban… Estaba en coma inducido y conectada a un desfibrilador.
Sus cardiólogos no se explicaban el motivo. Tras varios días, pudieron someter a Julina a un cateterismo diagnóstico que evidenció una obstrucción coronaria. Los cirujanos cardiacos consultaron a sus colegas de Europa y de Estados Unidos. Era viernes cuando, desde Boston, contestaron que habían operado cinco casos similares y que uno de sus cirujanos estaba casualmente de camino a Madrid. Le localizaron y el lunes y martes se reunió con el equipo médico. El miércoles, el equipo de La Paz operó a Julina. Fue un éxito, aunque con un postoperatorio difícil.
Estando en la UCIP, sedada, le di todo el amor que una madre es capaz de dar a un hijo. ¡Y funciona! Al mes pasamos a planta. El despertar del coma fue duro: no podía hablar, ni sujetar la cabeza, ni comer, ni controlar esfínteres. Había vuelto a nacer. Mi marido y yo nos volcamos en ella, apoyándonos mutuamente.
Mis padres y mi hermana no me dejaron sola. Mi madre se vino a vivir a Madrid el 9 de enero. Mi hermana estaba convencida de que todo iría bien, mejor que antes. También mis suegros, mis sobrinas, el resto de la familia y nuestros mejores amigos; todos nos daban amor.
Julina tenía Daño Cerebral Adquirido (DCA), consecuencia de la parada, y en La Paz no hay Unidad de Rehabilitación. Su neuróloga solicitó el traslado al Hospital Niño Jesús, donde sí tienen. Al día siguiente del alta estábamos allí y, en marzo, empezó sus terapias.
En septiembre de 2018 volvió al colegio, compaginándolo con las terapias del Niño Jesús. Siendo una versión mejorada de la niña que era, su alma ha crecido.
Ya ha pasado más de un año. Julina es muy fuerte, nunca se pregunta por qué, siempre ha ido avanzando, luchando, esforzándose. No mira atrás, es feliz, no se pone límites, no se rinde, vive cada día con mucha intensidad. Irradia amor. Como dice mi suegra, “Julina es especial”.
Gracias a ella, todos hemos mejorado. Sus hermanos, Manuel y Miguel, han madurado, evolucionado, son ejemplo de amor y apoyo a su hermana desde el primer momento. Son sus ángeles de la guarda.
Doy gracias a la buena gente que conocí en el Niño Jesús, con sus historias tan duras. Siempre nos han ayudado, escuchándonos, animándonos, con gestos de amor y consuelo. También a los terapeutas de la unidad de DCA de este hospital de Madrid, siempre tan sonrientes y cariñosos con los niños, haciendo que se motiven y ayudándoles a volver a su “vida normal”.
Estaré eternamente agradecida al Colegio Virgen de Mirasierra, por darlo todo por mi hija; a los profesionales del SAMUR y de la Policía; a los profesores, por su esfuerzo y amor incondicional hacia Julina en ese frío pasillo del cole: crearon el escenario perfecto para que ocurriese un milagro.
Estoy inmensamente agradecida a los excelentes médicos de la Paz, el Dr. Gutiérrez Larraya, el Dr. Labrandero, la Dra. Polo, el Dr. Rey, la Dra. Dorao, el Dr. Del Río, la Dra. Verdú, la Dra. Marta García, la Dra. Tirado, la Dra. Mar García… Sin su excelencia profesional y humana no hubiera sido posible. A las enfermeras y auxiliares de la UCIP y de la planta de cardiopatías complejas, especialmente a Cristina y a Juana, por todo el afecto que nos dieron. A su pediatra del centro de salud, la Dra. Millán, por su cariñoso seguimiento. A los médicos de la familia: los tíos Javier, Concha y Ana, a Álvaro y Suso, a Susana. A mis amigos del alma, Irene, Eva y Pablo. A mis almas gemelas, Vane, Prado, Blanca y Antía. A Loles.
A la Fundación Menudos Corazones, por su labor fundamental tanto para los niños con cardiopatías como para sus familias, gracias. Sin ella, estaríamos perdidos.
Para concluir, os resumo lo más importante que he aprendido: que el amor es fundamental, sobre todo para las personas enfermas. Las casualidades no existen, todo es un aprendizaje continuo. La vida es una escuela, maravillosa pero difícil, cada prueba hallada en el camino es una oportunidad única para crecer. Rezar y no perder la esperanza. Lo único que nos llena es amar y ser amados, porque somos amor. Y, cómo no, que los milagros existen.
Gracias a Dios, a mamá y a ti, Julina, por volver, por ser mi corazón, mi alma y mi vida.
Julia
Primavera, 2019
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