Latidos de gratitud
En el Día Nacional del Trasplante, compartimos las historias de tres ‘menudos’ trasplantados y rendimos homenaje a la generosidad de los donantes y de sus familias, así como al sistema sanitario español, que obra estos prodigios.
♥ Jose
Trasplantado el 11 de julio del 2016
El jarro de agua fría cayó con la noticia de que ese cansancio crónico de Jose, flaco como un fideo de tanto vomitar, no era culpa del asma, sino de una miocardiopatía restrictiva ocasionada por una mutación genética. Era enero de 2016. La única solución era un trasplante, que se hizo realidad 7 meses después en el Hospital Gregorio Marañón.
“El día que nos llamaron habíamos estado en Urgencias. Ya estaba muy malito. Era la hora de empezar a cenar. Lo primero que sentí fue muchísimo miedo”, recuerda Cristina, su madre. Tras 13 horas en el quirófano, salió conectado a 17 máquinas. “Pero hoy lo veo en el parque, subido al patinete, y me cuesta creer que sea el mismo que hace menos de un año no tenía prácticamente posibilidades de vivir. Dentro de la mala suerte, hemos tenido mucha suerte. Esto es otra oportunidad en toda regla”, reflexiona, emocionada.
♥ Vicky
Trasplantada el 26 de marzo de 2007
Algunos ya me conocéis pero, para los que no, me presento: soy Vicky y a los 6 años desarrollé una cardiopatía que limitaba mi día a día. No podía practicar deporte e incluso, cuando iba andando, tenía que pararme cada cuatro pasos. También tuve varios sustos, entre ellos, un infarto de miocardio.
El 26 de marzo se han cumplido 10 años del día en que recibí una llamada que cambiaría mi vida. ¡Una segunda oportunidad se me presentaba: iban a realizarme un trasplante de corazón! También, hace 10 años, lamentablemente, una persona se fue. Pero esto no ocurrió en vano, pues gracias a ella, desde hace una década, no tengo ni un día malo.
Mi afortunada situación no habría sido posible sin la Organización Nacional de Trasplantes de España, un país que lleva un cuarto de siglo siendo líder mundial en donación y trasplantes, sin el tremendo Sistema Nacional de Salud público que tenemos, y sin los grandes profesionales que trabajan en él.
A menudo me suelen preguntar si me gustaría saber quién fue la persona de la que recibí el corazón… Siempre respondo que no, ya que considero que mantener el anonimato es fundamental para que la gestión de los trasplantes funcione de una forma tan eficiente. Aquel que dona sus órganos realiza un gesto de solidaridad y lo hace de manera voluntaria.
Poder estudiar, practicar deporte, trabajar y disfrutar de la vida al máximo –gracias a la donación– para mí ya es un símbolo de agradecimiento. Por todo ello, diez años después de mi trasplante, me sigue pareciendo maravilloso cómo a través de una pérdida se puede florecer y generar tanta vida.
Quiero agradecer a todas las personas que han estado en mi vida, las que están y las que estarán. A mi familia de sangre, a la enorme familia de Menudos Corazones, y en especial a la “familia kiwi”. Y también, a la familia que se elige: grandes amigos y amigas. Si algo me queda por pedirle a la vida, es tiempo para compartir más momentos con todos ellos.
Si me dieran la oportunidad de cambiar algo de lo que me ha ocurrido, la respuesta sería un rotundo “no”. ¡Somos una suma de todo lo que hemos pasado! De ahí, mi consejo: aprovecha cada instante que se te presente y vive cada día como si fuera el último.
♥ Zuriñe
Trasplantada el 23 de enero del 2015
Cuando en octubre de 2014 la trasladaron desde el Hospital Universitario Donostia de San Sebastián al Gregorio Marañón de Madrid, “Zuriñe estaba al límite. Llevaba bastantes meses muy delicada, después de que un virus le ocasionara una miocarditis dilatada severa. La UCI pediátrica se convirtió en su casa y, conectada a un Berlin Heart (dispositivo de asistencia ventricular, corazón extracorpóreo), mi hija llegó a pasearse por ella con el vestido de Frozen”, recuerda Izaskun.
La madre de Zuriñe acababa de llegar al piso que compartía con otras madres, con quienes forjó una profunda amistad en el hospital, cuando el doctor Constancio Medrano la llamó: había un donante. “Fue el día más bonito del mundo. Habíamos venido por ese corazón y no podíamos marcharnos sin él”, relata.
“Zuriñe hoy está sana” y supera con matrícula de honor sus revisiones periódicas. “Alguna vez me detengo a escuchar el corazón de mi hija y para mí es… música”, concluye Izaskun con una sonrisa.
Verano, 2017
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