Lion: ‘Un terremoto con las ideas muy claras’
Todo empezó en una revisión rutinaria a 3 meses de tener a mi bebé en un hospital de Madrid donde decidí parir: vieron que algo no estaba bien, cuchicheaban y nos miraban con preocupación. Nos pidieron que saliésemos fuera de la sala a esperar, algo que se nos hizo eterno, con un nudo en el estómago.
Por fin volvimos a entrar y nos comunicaron que el niño tenía una Tetralogía de Fallot y que no podíamos tener al bebé en ese centro hospitalario por falta de medios para atenderlo adecuadamente. Nos derivaron al Hospital La Paz.
Tras muchos días de incertidumbre, de leer cosas en internet, de explicar a familiares y amigos lo que había sucedido, nos atendieron: la cardióloga debió verme con tal cara de desasosiego, que me dijo: “Tranquila, tendrás a tu bebé”. Hasta entonces, mis pensamientos habían sido muy negativos, incluso llegué a enfadarme con mi bebé. Tuve que dejar de leer un libro que hablaba sobre todo lo que perciben los fetos en el útero, todas las emociones de su mamá; y no paraba de culparme por sentir lo que sentía.
El parto fue todo lo contrario a lo que había imaginado. Después de muchas horas, Lion nació en quirófano y enseguida se lo llevaron; a mí, me subieron a planta y, con tanta ansia por ver a mi bebé, no quería ni dormir ni comer nada, pero me explicaron que tenía que tratar de dormir un poco y si después me encontraba bien, podría ir a visitarlo.
En ese tiempo, tuve ganas de ir al baño. No sabía cómo llamar a la enfermera para que me ayudase, así que intenté levantarme sola de la cama… Pero mis piernas seguían dormidas por la epidural, me caí al suelo y perdí mucha sangre, que traté de limpiar con una sábana. Me mareé y no pude ver a Lion hasta el día siguiente.
No somos de Madrid, con lo cual, tuvimos que buscar una estancia hasta que operaron a Lion, a los 3 meses. Gracias a la asistente social que nos hizo hueco en la casa Ronald McDonald, pasamos en total unos 4 meses allí: dos de ellos con Lion fuera del hospital, pero con su pulsioxímetro que no nos dejaba dormir porque su saturación bajaba mucho y el cacharro no paraba de pitar.
Llegó el día de la operación: 5 horas de espera eternas, mordiéndonos las uñas. Por fin salió nuestra cirujana y nos dijo que todo había salido bien, ¡tuve unas ganas inmensas de abrazarla y besuquearla!
Lion pasó 12 días en la unidad de reanimación, estuvo bastante mal… Nos dejaban entrar dos horas por la mañana y dos horas por la tarde. Yo le cantaba canciones todo el tiempo. Fue una imagen muy dolorosa la que me quedó: verle ahí, atado de manos y pies, conectado a tantas jeringuillas, tan hinchado y tan chiquitín… Fueron momentos muy muy duros que afrontamos de la mejor manera posible.
Por fin le trasladaron a planta, donde estuve con él en brazos 4 días, llorando por el mono de toda la medicación, en un sillón medio reclinable y roto. Además, nuestra experiencia con las enfermeras en esa situación tampoco ayudó.
Desde entonces, han pasado ya 4 años y Lion es un niño sano y listo, un terremoto con las ideas muy claras.
Quiero dar las gracias a todas personas que nos apoyaron y ayudaron, haciéndolo todo bastante más llevadero.
Al personal de enfermería de la unidad de neonatología, que trataron a Lion como si fuera su bebé, con mucho cariño, y nos apoyaron con la lactancia. Al banco de leche del hospital, que hace que la donación sea posible (doné mucha leche en ese tiempo). A Menudos Corazones, que nos hicieron sentir mejor, por existir. A todo el equipo de cardiología y cirugía. A la asistente social. A la casa Ronald McDonald y a la gente que vivía en ese momento allí, con la que hicimos una bonita amistad.
Gracias a todos vosotros tengo aquí a mi niño, felizmente jugando. ¡GRACIAS!
Felicia
Otoño de 2020
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