Federico Gutiérrez-Larraya: ‘La norma es que los pacientes con cardiopatía acudan al colegio’
Para muchos menores con cardiopatías congénitas, la escolarización presencial en este curso marcado por la pandemia sigue siendo una asignatura pendiente.
Sobre los beneficios de esta vuelta al colegio en el contexto epidemiológico actual y sobre la vacunación de pacientes con cardiopatías, hablamos con el jefe de Servicio de Cardiología Pediátrica del Hospital La Paz (Madrid), Federico Gutiérrez-Larraya.
En la fecha de esta entrevista, abril de 2021, ¿cuál es la situación de la covid-19 en la población pediátrica con cardiopatías congénitas?
Los médicos que trabajamos con niños estamos continuamente diciendo que no son adultos pequeños, sino que son completamente diferentes. En este año tan difícil, en el que hemos tenido que aprender muchísimo, hemos comprobado esta idea de una forma muy gráfica.
Porque la realidad es que los contagios entre niños son bajísimos con respecto a los que se dan en adultos, y la enfermedad se presenta en ellos de forma leve. Del total de la población contagiada, entre un 10% y un 15% son niños.
En este momento, según resultados de metaanálisis publicados recientemente, de cada 160 niños y niñas que se diagnostican de coronavirus, 1 ingresa en el hospital. Y de cada 22 pacientes pediátricos hospitalizados, apenas 1 tiene que ir a la UVI. ¿Estos que ingresan, aunque sean pocos, son mayormente cardiópatas? No, la verdad es que no.
Así como en los adultos tenemos bastante establecido cuáles son los factores de riesgo (edad, tener enfermedad cardiaca o renal crónica, obesidad, tabaquismo), en el caso de los niños, por asemejarnos a esa política que parece bastante cauta, precavida y prudente, metimos en el mismo grupo a los que tienen enfermedades cardiacas y a los que están inmunodeprimidos, entre otros.
Y aunque tenemos más vigilados y protegidos a estos pacientes, especialmente a quienes, además de cardiopatías, tienen cromosomopatías o déficit intelectual, no puedo decir que globalmente las cardiopatías conlleven mayor incidencia o mayor gravedad ante la infección por covid-19.
Regreso a las aulas, ¿sí o no?
En el contexto actual, ¿cuál es tu criterio en relación con la asistencia presencial a los centros educativos de los menores con cardiopatías?
La norma es que los pacientes con cardiopatía acudan al colegio. En este momento, la experiencia de España y de otros países arroja como conclusión que los centros educativos son un sitio seguro tanto para los niños como para los cuidadores y el profesorado.
En Alemania, que han abierto y cerrado los colegios una y otra vez, no ha habido ningún impacto sobre la morbilidad y mortalidad ni sobre la epidemiología general del virus. En Suecia o en Finlandia, en cambio, no se cerraron ningún día y la mortalidad infantil no ha aumentado respecto a los años ‘pre-covid’.
Aproximadamente hace un mes, el Centro Europeo de Prevención de Enfermedades afirmaba que el riesgo de transmisión entre los niños y adultos que van a guarderías y colegios es menor; cuando el año pasado pensábamos que los niños, probablemente, fueran transmisores silentes y grandes diseminadores de la enfermedad.
Creo que en los colegios se está haciendo muy bien y deberíamos aprender mucho de ellos. ¿Os acordáis del miedo que teníamos al final del verano pasado, esa sensación de que íbamos camino a una hecatombe? Los niños, el profesorado, las administraciones de los centros… nos han dado una lección. Lo están haciendo bien.
Quizá dentro de un año tengamos más conocimiento y lo que estoy afirmando ahora deba ser matizado. Pero, actualmente, atendiendo a lo que aseguran las instituciones sanitarias de peso, lo cierto es que el foco de contagio no está donde pensábamos que estaba.
El riesgo de no socializar
¿Y cuáles serían las excepciones a la regla? Es decir, aquellas cardiopatías o condiciones que desaconsejarían la incorporación a las aulas.
Las excepciones de no hacerlo son de sentido común. En primer lugar, según el criterio del cardiólogo que está llevando al paciente, pues hay varios factores que pueden incidir en esa decisión.
Es importante destacar, además, que hablamos de pacientes que están pendientes de una intervención, o tienen complicaciones o cardiopatías muy severas… Que, vuelvo a decirlo, no son la mayoría.
En cambio, las consecuencias de no ir al colegio sí que son muy duras. El confinamiento de este último año ha sido difícil para todos. Pero en la infancia, a largo plazo, no asistir al cole podría generar problemas.
Sabemos que es bueno que los niños estén integrados socialmente, se relacionen con iguales, adquieran unas normas y se puedan mirar también en el espejo de los demás niños.
El ‘riesgo 0’ no existe, pero la probabilidad de contagio en este momento en los colegios es inferior a las dificultades sociales y de aprendizaje derivadas de no ir.
¿Podríamos decir, entonces, que estaría contraindicada la asistencia al colegio de aquellos niños y niñas a quienes, aunque no hubiera covid-19, se les recomendaría permanecer en sus domicilios?
Sí, serían niños que en años anteriores, con otras epidemias (gripe, bronquiolitis…), también hubieran tenido limitada su asistencia al colegio.
Sin embargo, observamos que sigue habiendo menores que, independientemente de la complejidad de su cardiopatía, permanecen en casa; en ocasiones acompañados de sus hermanos y hermanas.
Es una realidad que yo también veo en mis pacientes. En este sentido, quiero trasladar mi respeto general y mi comprensión a la decisión de la familia, porque a la gente debemos convencerla, no imponernos. Ya me gustaría a mí estar seguro mil por mil de lo que estoy afirmando, pero hablo del mundo de las probabilidades, en el que algo se puede escapar. Además, hay multitud de circunstancias personales que llevan a tomar una u otra decisión.
Por otra parte, yo creo que dos terceras partes de los niños con cardiopatías sí podrían asistir presencialmente a las aulas. Y habría que dejar un tercio para esas otras circunstancias, más personales. Y por eso animo a las familias a considerarlo, discuto cada caso… No se trata solo de decirles: ‘Tienes que llevar a tu hijo al colegio’.
En muchas ocasiones, tenemos una dificultad real de tiempo para asignar a estas conversaciones. Muchas familias lo necesitan, están realmente preocupadas, y no siempre podemos disponer de ese rato para hablar con cada una de ellas, la verdad.
Por otra parte, también entiendo que la posición médica sea conservadora. En este último año ha habido información muy variada y tenemos que tener mucha precaución y mucha sensatez.
Adolescentes, más vulnerables
En el alumnado, ¿se podría determinar a partir de qué edad existe más riesgo de contagio o peor pronóstico?
No hemos llegado a detallar este grado de diferenciación por edades, pero sí tenemos una preocupación muy grande con los adolescentes porque llevan un año en el que las hormonas se dan de bruces con la situación general. Es un grupo particularmente vulnerable, pero no solo por la cardiopatía, si la tienen; sino vulnerable desde el punto de vista psicológico.
El colegio o el instituto no es solo un lugar al que se va a aprender cálculo; sino que todo lo que allí ocurre es una fuente enorme y muy importante de información, para la familia y también para los médicos, de lo que está pasando con sus hijos.
Y este es un motivo más para animarlos a asistir a los centros.
En la reciente actualización de la estrategia de vacunación del Ministerio de Sanidad se ha incluido a personas trasplantadas y en espera de trasplante, entendemos que mayores de 16 años.
Sí, así es. En otros países no se ha considerado igual y están vacunando a partir de los 18 años.
A corto o medio plazo, ¿crees posible la vacunación a menores de 16 años?
Pfizer, en concreto, está reclutando pacientes de entre 12 y 16 años. Pero, hasta la fecha, al menos hasta donde tengo conocimiento, es solamente un ensayo que está en fase de reclutamiento. Y con niños por debajo de 12 años, no hay nada todavía. Por eso es responsabilidad de los adultos vacunarnos nosotros para conseguir ese ‘efecto rebaño’ del que tanto hablamos últimamente. Los más pequeños, que no pueden defenderse de otra manera, se beneficiarán de nuestra propia vacunación.
Las vacunas son seguras y son buenas. Los efectos adversos que surgen de ellas son minoritarios y muy inferiores a los que surgen de la propia enfermedad.
Sobre la vacunación
¿Sería conveniente que las personas mayores de 16 años con cardiopatías congénitas complejas se incorporaran antes a los grupos de vacunación?
Sí, creo que sí en el caso de los pacientes en situaciones clínicas más complejas, desde el punto de vista de su cardiopatía o porque tienen afectaciones varias. Este es un grupo que requiere una atención particular.
Precisamente, estos serían los casos a los que nos referimos cuando hablamos de ‘excepciones’. Habrá que precisar qué vacuna es la mejor, qué dosis… No es lo mismo un adulto de 70 kg que un adolescente con una cardiopatía que pesa 32 kg.
Para diseñar la estrategia de vacunación, ¿se consulta a los médicos de las distintas especialidades sobre qué pacientes deberían ser prioritarios?
Por supuesto, hay colectivos médicos muy concienciados, involucrados y comprometidos en esto. Y, desde luego, tanto desde el Ministerio de Sanidad como desde las Consejerías se cuenta con ellos.
Desde fuera quizá se ve de una forma más superficial, pero desde dentro hay muchísimo trabajo, gente dedicada de forma generosa y transparente que no duerme pensando en estas decisiones, difíciles de tomar.
Entonces, ¿se podría asegurar que las personas adultas con cardiopatías complejas serán tomadas en cuenta para vacunarse antes?
Sí, el mensaje es que hay gente que está cuidando y velando por ellas, que no están olvidadas. Es un colectivo que está representado y al que quiero transmitir un mensaje de ánimo.
¿Consideras que habría que dar prioridad en la vacunación a personas cuidadoras de niños y niñas con cardiopatías?
No lo sé. Hay colegas que se dedican a esto, hay estrategias epidemiológicas y con una matemática muy compleja. Creo que sería desafortunado pronunciarme.
Con qué palabras quisieras finalizar esta entrevista…
A riesgo de repetirme, mi mensaje es que todavía tenemos que ir con cuidado. Hay que confiar en la vacuna, pero debemos seguir poniendo de nuestra parte, con sensatez, calma, paciencia…
No nos olvidemos de la mascarilla, el lavado de manos, la distancia social… ¡Cuidado, cuidado y cuidado: no nos relajemos!
Somos responsables de nuestros niños y niñas con cardiopatías congénitas.
Y quiero destacar y agradecer, por último, el importante papel que en momentos como este desempeñan organizaciones de pacientes como Menudos Corazones, canalizando y representando las inquietudes individuales.
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