Laura: una niña muy deseada y dos agujeritos en el corazón
Me llamo Mariló. Soy la madre de Laura, una niña que nació por cesárea hace 14 años, siendo muy deseada.
A los tres meses justos, tres días después de su bautizo, se puso malita: la ingresaron por una bronquitis que derivó en neumonía. Recuerdo que salimos un jueves al mediodía del hospital y volvimos el viernes, cogió el rotavirus en el hospital. Gracias a ello, descubrimos la cardiopatía de Laura: una comunicación interauricular (CIA).
La cardióloga le pasó consulta en planta y la citó al día siguiente a las 7:30 de la mañana. Allí estuvo puntual y se confirmó el diagnóstico que sospechaba: el tabique de su corazón tenía dos agujeros. Después de descubrirlo, vinieron las típicas preguntas: ¿Suda al comer? ¿Se pone azul? Aunque no tenía ninguno de esos síntomas, le mandaron medicación (Captopril y Seguril) y revisiones cada poco tiempo, ya que dijeron que podía que la CIA podía cerrarse sola.
Se nos cayó el mundo a los pies. Creo que por ese motivo mi marido y yo nos unimos muchísimo. ¡Qué fuertes éramos en algunos momentos y que débiles en otros!
Como aquella primera, Laura solía contraer muchas bronquitis y neumonías. Durante las hospitalizaciones, cada vez me preguntaba si quedarme a dormir o irme a casa. Nunca olvidaré un ingreso en el que pasé tres días y tres noches en urgencias; y luego en planta doce días; no salí del hospital.
En otra ocasión, me acuerdo de que mi hermana llegó a última hora al hospital con un crucigrama y un bocadillo y me dijo: “Vete a dormir a casa”. Yo respondí: “No, ¿y mi niña?”. Pero su argumento era indiscutible: “Debes descansar, tienes otro hijo al que cuidar”. Comprendí que tenía razón. Y empezamos a alternarnos.
Al año de nacer, el hospital de Fuenlabrada nos derivó al 12 de Octubre. Acababa de salir de estar ingresada, tenía mucha tos, le mandaron antibiótico y me dijeron que cuando acabara el tratamiento llamara para operarla.
¿Cómo llamas sabiendo que a tu hija la van a operar a corazón abierto? Me armé de valor y llamé; a la semana siguiente estaba intervenida y, a día de hoy, está completamente normal, con sus revisiones cada tres años.
Conocí a Menudos Corazones por una amiga: no dudé en contactar y colaborar, ya que yo no tuve la posibilidad de recibir su ayuda en aquellos momentos y quiero que otros padres que pasan por lo mismo que nosotros sí la tengan.
Ya me despido, solo deciros que siempre (o casi siempre) ¡existe la luz en este túnel tan largo!
Gracias a Menudos Corazones y, a vosotros, por leer mi Historia con corazón.