Abel: un pequeño luchador
Acaba de cumplir siete años, es un niño muy activo y gracias a su operación puede estar todo el día saltando y dando volteretas. ¡Le encanta la gimnasia deportiva! A menudo, bromeamos con él diciéndole que los médicos le han puesto dos pilas de más, porque nunca se cansa. Siempre está presumiendo de su cicatriz, se la enseña a todo el mundo y asegura que es su herida de guerra.
Con dos añitos de vida, Abel se encontraba enfermo de un simple constipado y fuimos al pediatra. Al auscultarlo, detectó que tenía posiblemente una cardiopatía y, después de hacerle varias pruebas en el hospital, nos comunicó que debía verlo un cardiólogo.
A los pocos días, el especialista que le asignaron nos confirmó el diagnóstico. Abel tenía una comunicación interauricular (CIA) y tendría que ser intervenido cuando fuera necesario. Nos sorprendió bastante, ya que nunca le habíamos notado nada.
La vida nos cambió en ese mismo instante. Jamás habíamos tenido tanto miedo, no nos atrevíamos ni a hablarlo porque eso nos hacía más daño. Fueron dos años muy duros y de larga espera. Aunque en realidad no queríamos que llegara ese día, al final llegó. Abel ingresó el 8 de septiembre, el Día de Extremadura (nuestra tierra), en el Hospital Universitario La Paz (Madrid). Como decía que de mayor quería ser bombero, le regalamos un parque de bomberos de Playmobil. ¡Le hacía tanta ilusión! Siempre intentamos que recuerde con alegría el hospital, que se divierta cada vez que visitamos a los médicos y que las consultas sean lo más amenas posible.
Cuando lo intervinieron tenía 4 años, una edad muy difícil para explicarle lo que le iba a suceder en los días que pasaría hospitalizado. Ese era uno de mis mayores miedos, no sabía muy bien cómo hacerlo para que lo entendiera sin que le repercutiera en lo más mínimo. Nunca se había separado de nosotros, ni siquiera por las noches, pues dormíamos todos juntos, así que era muy complicado, tanto para él como para nosotros. Sin embargo, con la gran ayuda de Ana Belén, psicóloga de Menudos Corazones, pude explicárselo de la mejor manera posible. Ella nos regaló un cuento con una historia muy parecida a la suya, Mi libro, se lo leí en la habitación del hospital, cuando ya nos encontrábamos los dos solos la noche antes de la operación. Abel lo entendió perfectamente y durmió muy tranquilo.
Creo que lo hice muy bien, de hecho, me siento orgullosa de mí misma. Y él lo recuerda todo como una anécdota divertida. De verdad, hicimos todo lo posible para que fuera así. Y, el día de la intervención, mantuve la calma y jugué con mi pequeño hasta perderlo de vista. Nunca notó nuestra tristeza ni ninguna otra emoción negativa. La operación salió perfecta y tan solo había que esperar que nuestro hijo se recuperara.
Cuando Abel se encontraba en Reanimación, fue a visitarlo el Dr. Sí (Especialista en Decir Tonterías Profundas) de la Fundación Theodora, al que también le estamos muy agradecidos. Sacó una sonrisa a nuestro hijo que le dio una fortaleza especial, ayudándole a seguir adelante. Desde entonces, quiere hacer lo mismo, quiere hacer reír a los niños hospitalizados disfrazado de payasete, y a mí me encantaría acompañarlo. Y, además, este sueño algún día se hará realidad porque su abuelo Chelín se lo prometió.
Abel fue un valiente y nos dio una gran lección. Cuando se encontraba un poco mejor, fuimos a visitar el parque infantil de la azotea de La Paz. Él iba en su silla de ruedas, pero al regresar a la habitación ya no la necesitaba. ¡Parecía mentira! Estar jugando un rato al aire libre le había dado vida. Todos los hospitales deberían tener un parque como este.
El día del alta, le dimos a nuestro hijo una sorpresa. Lo llevamos al parque de bomberos que se encuentra muy cerquita del hospital y allí, con mucho entusiasmo y cariño, le enseñaron las instalaciones, los vehículos… Lo pasamos genial.
Después de un año y unos meses de la intervención, su papá y yo decidimos darle un gran regalo, el que él nos había pedido durante mucho tiempo y que tanto deseaba: una hermanita.
Abel ahora es un niño muy feliz y una grandísima persona. Pero es, sobre todo, un luchador. Estamos muy agradecidos a todo el equipo médico que lo ha atendido, tanto el de Madrid como el de Badajoz. Sabemos que, como nos decía el cirujano, operarlo era su trabajo. Pero no existe nada en el mundo para poder agradecerles todo lo que han hecho por nuestro pequeño.
Lydia
Verano, 2018.
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