Javier: «Lo mejor de mi cardiopatía son las amistades»
A finales de primavera, Javier nos contó que había tomado una de esas valientes decisiones que pueden cambiar el rumbo de una vida: dejar el grado que estaba cursando para estudiar el de Cuidados Auxiliares de Enfermería. A sus 18 años, este joven de San Sebastián de los Reyes (Madrid) es todo sonrisa. Incluso cuando habla de los momentos más difíciles que ha vivido y de los retos que ha de afrontar.
¿Puedes contarnos en qué consiste tu cardiopatía?
Mi cardiopatía es Tetralogía de Fallot, una cardiopatía congénita caracterizada por cuatro malformaciones que dan lugar a la mezcla de sangre arterial con la sangre venosa. Por eso, antes de que nos operen nos ponemos azules. Para hacerme la operación extracorpórea, yo tenía que pesar tres kilos, pero al nacer solo llegaba a un kilo y medio. Estaba muy grave, así que, de forma paliativa, me colocaron una fístula en el corazón para poder esperar a que engordara. La intervención definitiva me la hicieron a los cuatro meses, cuando alcancé el peso necesario.
¿Fue entonces cuando tu familia conoció a Menudos Corazones?
Mi madre se enteró de que existía la Fundación y se hizo socia nada más nacer yo. Al principio estaban tristes y asustados; con el tiempo, mi familia fue encontrando mayor tranquilidad. Tienen mucha confianza en mí, saben que puedo con cualquier cosa… ¡después de todo lo que hemos vivido!
Imagino que se agolpan muchos recuerdos. Si piensas en tu infancia, ¿con cuál te quedarías?
En verano, mi hermano Juan y mi hermana Marta solían marcharse con mis abuelos a Galicia, donde pasábamos las vacaciones; yo me quedaba con mi madre y mi padre en Madrid porque tenía revisiones y consultas médicas. Cuando por fin llegábamos donde mis abuelos, estaban todos en la puerta para recibirnos, esperando a vernos aparecer.
Con el tiempo, mi familia fue encontrando mayor tranquilidad. Tienen mucha confianza en mí, saben que puedo con cualquier cosa.
A día de hoy, ¿qué es lo más difícil de llevar de tu cardiopatía?
Que me canso. Me gusta mucho hacer deporte, pero llega un momento en el que tengo que parar. El fútbol siempre fue mi favorito: de pequeño, quería jugar en un equipo profesional, pero, claro, no superé las pruebas médicas. Continué quedando con mis amigos para echar algún partido y, cuando no podía seguir, me ponía de portero… ¡y tan contento! Al principio, temían que me pudiera pasar algo porque, en fin, con todo lo que tengo… querían protegerme. Ahora, practico ejercicio por mi cuenta: salgo a correr, hago pesas, fondos, flexiones…
Entre los próximos retos que te propones, ¿se encuentra alguno de tipo deportivo?
Sí, el más cercano, de hecho: llegar a Santiago con el resto de compañeros y compañeras que participarán en el VI Encuentro de Jóvenes de Menudos Corazones, este verano. Creo que voy a pasármelo muy bien; además, voy animado porque no me estoy cansando en los entrenamientos.
El de 2018 fue el último campamento de Menudos Corazones al que fuiste, ¿qué consejo le darías a un niño o una niña que va por primera vez?
Que no tenga miedo. A mí me asustaba mucho la idea de no conocer a nadie, pensar en cómo me iban a tratar… es más, le dije a mi madre que no quería ir. Ella había tardado en proponérmelo; también tenía miedo, por mis problemas de esófago. Pero insistió y di el paso, acabé divirtiéndome muchísimo ¡y repitiendo!
¿Cómo está siendo el paso del grupo de adolescentes al de jóvenes?
Pensé que iba a llevarlo peor por todos los amigos y amigas que he hecho en los campas, pero me he dado cuenta de que esta nueva etapa, en realidad, suma amistades. Sigo estando en contacto con quienes tenía relación, y viviendo nuevas experiencias con gente majísima.
¿Qué consideras es lo más valioso que te ha aportado Menudos Corazones a lo largo de este tiempo?
He conocido a personas geniales, con las que puedes contar incondicionalmente y que te ayudan cuando más lo necesitas. Antes me preguntabas qué era lo peor de mi cardiopatía… Pues te digo una cosa: lo mejor de mi cardiopatía son las amistades. Una cosa compensa la otra.
Y tú, ¿qué crees que es lo más valioso que puedes aportar?
Estar siempre ahí; y hacerlo con una sonrisa para alegrar a los que pasan por malos momentos.
Si pudieras cambiar una sola cosa en el mundo, ¿qué sería? Que todas las personas intentasen ayudarse las unas a las otras, así no habría tantos conflictos y todo sería mejor.
¿Una película que todo el mundo debería ver? Pinocho: tengo muy buen recuerdo de ella.
¿Alguna lección que hayas aprendido en tu adolescencia? Dos: la primera es que si quieres algo, por muy difícil que sea, tienes que intentarlo y no rendirte porque con constancia todo se puede lograr. Y la segunda es que la amistad es demasiado importante para regalarla a cualquiera: hay que ganársela.
¿Qué es lo que se te da mejor hacer? Escuchar. Soy muy empático y no me cuesta ponerme en el lugar del otro y ayudarle desde ahí. ¡O, al menos, intentarlo!
¿Qué falta por inventar? Curas para todas las enfermedades.
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