El trasplante cardiaco: un antes, un después y un inmenso ‘gracias’
Quienes nacen con una cardiopatía congénita suelen necesitar una o varias intervenciones de corazón a lo largo de su vida. En algunos casos, incluso, un trasplante cardiaco. La generosidad de los donantes marca un antes y un después para estas personas y sus familias. Con motivo del Día del Donante, celebrado el primer miércoles de cada mes de junio, nos unimos a su gratitud hacia quienes hacen posible este gesto de valor incalculable a través de tres emotivos testimonios.
Hugo
El ‘menudo’ Hugo, de Madrid, recibió un trasplante cardiaco, como «un milagro», cuando era solo un bebé. Ahora que ya ha cumplido 3 años, Tania y Jorge, sus padres, quieren trasladar este mensaje a su donante.
«Si tuviéramos oportunidad, la única palabra que podríamos decirle es, obviamente, GRACIAS. Gracias porque, por su generosidad, a nosotros nos devolvieron la vida cuando veíamos que se nos iba sin poder hacer nada. Fue el mejor regalo que jamás nos han hecho y jamás nos harán. Es algo insuperable, impensable, que hasta que no lo vives no te das cuenta de lo importante que es, un gesto de tal calibre en una situación tan complicada… Por eso para nosotros son nuestros héroes.
El trasplante nos dio de nuevo ganas de vivir y de seguir luchando. Nuestro pequeño estaba tan malito que cuando nos dijeron que le ponían en lista de espera para trasplante lo vimos como un imposible, pero siempre fuimos positivos. Lo nuestro fue un milagro, ya que solo pasaron 4 días y nos dieron la noticia de que Hugo tenía un corazón. Gracias a nuestro angelito, Hugo a día de hoy es un niño que crece feliz. ¡Le debemos la vida, literalmente!».
Vera
Su vida y la de su familia también dio un vuelco cuando, a causa de su cardiopatía, Vera necesitó un nuevo corazón. Esta extremeña de 12 años nos cuenta: «Antes me cansaba, sentía un dolor fuerte en el pecho cada vez que hacía pequeños esfuerzos. No podía seguir el ritmo de mis amigas al correr o de mis compis de campamento en las rutas. ¡Tras el trasplante puedo hacer eso y más!».
Cuando supieron que Vera precisaba un trasplante cardiaco, la familia al completo se preparó para esperar, «cerca del hospital y lejos de casa un corazón compatible el tiempo que hiciera falta», recuerda Margarita, su madre. «Llegó tan pronto que no fue necesario un ingreso largo y Vera llegó con fuerza al quirófano». Dos años más tarde, asegura que viven el día a día «tranquilos y agradecidos».
Si pudieran dedicar unas palabras a su donante, serían estas: «Gracias gracias gracias. ¡Es tan grande, tan hermoso lo que has hecho!».
Carlos
«Si tuviera delante a mi donante, le daría las gracias de mi parte y de la de mi familia por esta segunda oportunidad de vivir, le diría lo mucho que significa para mí que me donara el corazón y cómo, desde entonces, veo y siento la vida de otra manera. Pienso que lo importante es disfrutar y pasarlo bien y, sobre todo, ser feliz compartiendo los momentos con la gente que quieres«, explica Carlos, de Manzanares (Ciudad Real).
Y es que el trasplante también ha dejado huella en este joven de 19 años. «A nivel físico, por poner algunos ejemplos, lo que más noto sería que, aunque no puedo hacer deporte como una persona que no tuviera una cardiopatía, he mejorado muchos aspectos como la resistencia o la fuerza. Antes, algunas partes del cuerpo como los labios y las uñas se me ponían moradas, ya que no me llegaba el oxígeno en la sangre como debiera. Después del trasplante, no me ha vuelto a pasar.»
«Además, la alimentación siempre había sido una batalla para mí: nunca tenía hambre y podía estar comiendo fácilmente, cualquier día, unas tres horas o más, muy despacio y sin ganas -añade-. Hoy por hoy como bien e incluso, a veces, ¡más de lo que debería! Y siempre dentro de un espacio de tiempo normal».
Pero Carlos también ha notado un cambio en su salud emocional. «Aunque me habían operado más veces, nunca había sido tan consciente de mi cardiopatía como después de que me realizaran el trasplante. Opté por tener la máxima de disfrutar siempre y de ver problemas cotidianos como lo que son, por ejemplo, problemas académicos o típicos de la edad».
«Otra de las cosas que he aprendido -nos explica- es a cuidarme mucho más de lo que lo hacía, a valorar mi corazón y a saber que es el mejor regalo que me han hecho nunca. Todo lo que tengo y lo que vivo es gracias al trasplante«.
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