La suerte de Adai: dos trasplantes cardiacos en menos de un año
Cuando Eli cuenta la historia de su hijo, empieza siempre por el momento en que un médico de la UCI pediátrica pronunció estas palabras: «Adai es un niño que ha tenido muy mala suerte; y, a la vez, muchísima buena suerte». Es el preámbulo del proceso de un año en el que este pequeño recibió dos trasplantes cardiacos a raíz de su cardiopatía congénita.
Estas fotos son al poco tiempo de volver a casa, en Donostia (Guipúzcoa), después del segundo trasplante. La suerte de Adai, dice su madre, fueron dos ‘ángeles’ (Eli no encuentra una manera mejor de referirse a sus donantes) y unas familias que, con generosidad infinita, hicieron posible que el pecho de este ‘menudo’ volviese a latir.
Y es que, al final del embarazo, habían observado que algo no iba bien en el corazón de Adai, pero desconocían la causa. El diagnóstico llegó después de nacer: tenía el ventrículo izquierdo dilatado y una insuficiencia mitral leve que en principio, con medicación, le permitirían tener un día a día ‘normal’. «No curarse», aclara Eli, «porque esto no se cura. Pero sí crecer casi como cualquier otro niño».
Pero el pronóstico se torció unos meses después cuando, tras varios ingresos, el equipo del Hospital Universitario de Cruces (Baracaldo, Vizcaya) descartó una posible cirugía y determinaron que la única alternativa para Adai era un trasplante.
Tras ser derivado al Hospital Gregorio Marañón, llegó un martes 13, que según la sabiduría popular trae peor fortuna, pero fue todo celebración para la familia: había un donante compatible ¡y la operación resultó un éxito!
Sin embargo, el órgano no tardó en dar señales de estar fallando. El estado de Adai empeoraba una vez más y, en menos de tres meses, volvía a ser candidato a trasplante. Eli reconoce el dolor que sintieron: «Cuando se puso malito por segunda vez y decidieron bajarle a UCI fue dos días antes de su primer cumpleaños. Toda la pena que teníamos de ver de nuevo a nuestro hijo sedado, intubado, con una ECMO, el pecho abierto… era inmensa».
El golpe de suerte fue, esta vez, una espera corta que trajo, unos días después del aniversario (otro martes), el mejor regalo: su segundo trasplante cardiaco. «Al tercer corazón, en este caso sí, fue la vencida», respira Eli aliviada.
Una larga lista de agradecimientos
En total, Adai llegó a acumular 11 meses de ingreso. «En los 304 días en Madrid, Menudos Corazones nos dio todo el apoyo habido y por haber: atención psicológica, alojamiento…», recuerda Eli. «Especialmente cuando Adai estaba en la UCI, solo había una silla donde descansar. Al principio estuve en una vivienda compartida con otras familias; pero cuando mi marido y mi hija Vega, que hará ahora 6 años, vinieron, nos ofrecieron una habitación en un hotel NH«, relata. «Estoy superagradecida, no solo a la Fundación, que siempre nos ha dado alojamiento a tiempo; sino también al hotel, donde han sido amables en momentos especialmente duros«.
La gratitud de esta madre acaba extendiéndose en una larga frase llena de puntos suspensivos. La lista también incluye al personal del hospital y a los profesionales que han logrado que, a día de hoy, Adai siga recuperándose después de todo lo que ha pasado. «Es un campeón», asegura. «Cuando yo ya pensaba que no podía más, me venía arriba, porque veía que mi hijo luchaba y yo tenía que luchar. Y con fuerza».
Como parte del Día Nacional del Donante de órganos, tejidos y células, celebrado cada primer miércoles de junio, nos sumamos a su gratitud y les damos gracias también a Eli, Javi, Vega y Adai por compartir su testimonio y ayudarnos a concienciar sobre este gesto que salva vidas.